Pregunta.-Todo el mundo querrá preguntarle lo mismo, ¿cómo se
hace uno director de la mañana a la noche?
Respuesta.-No ha sido tan accidental como parece, yo siempre he
pensado en hacer cine. Al mismo tiempo que escribía, me he formado en las
filmotecas, y he ido buscando películas extrañas por todo el mundo. Pero la
dirección me cayó del cielo, hablaban de comprar los derechos y un día me la
ofrecieron. Puse en una mano el miedo y en otra la pasión: ganó la pasión con
grandes dosis de miedo.
P.-De todas formas, sus libros nunca han tenido un
público especialmente lector, sino gente interesada por la música y el cine,
puede que también por la poesía.
R.-Es cierto, es un público a medias. Los editores suponían que era un sector de gente que no leía, que no contaba, pero se demostró que sí, que ahí había un hueco para la literatura, y eso me ha hecho especial ilusión.
R.-Es cierto, es un público a medias. Los editores suponían que era un sector de gente que no leía, que no contaba, pero se demostró que sí, que ahí había un hueco para la literatura, y eso me ha hecho especial ilusión.
P.-¿Por eso no le dio pudor utilizar su rostro en la
portada de uno de sus libros?
R.-Eso es más habitual de lo que muchos han querido
decir. Sí, la verdad es que fue un gesto. Bob Dylan es un escritor fabuloso,
mejor que muchos literatos, y su rostro sale en todas las portadas de sus
discos. Además, Héroes era casi un disco, eran las canciones que uno oye en su
cabeza, y el narrador era yo: me pareció una jugada honesta.
P.-¿Le gustó convertirse en un fenómeno, casi como un
cantante de rock?
R.-Era un poco lo que significaba ese libro. Entre mis
referencias se compatibilizan perfectamente Kerouac con Bob Dylan o con
Ginsberg, o Patti Smith con Rimbaud. El rock and roll no es sólo música, es
cine, es literatura, es pintura, hay una conexión entre todo.
P.-Sus tres primeros libros fueron marcadamente
autobiográficos, y en el cuarto se decidió por una novela de género. La
impresión es que Ray sigue ahí, entre el narrador y el protagonista.
R.-Sí, el personaje que yo he sido en libros anteriores
se desdobla entre los dos hermanos, el que soy y el que me gustaría ser.
Utilicé la ficción como quien cuelga su traje en la percha de otro, y esto te
da una tranquilidad para escribir.
P.-¿De dónde le surge ese interés por la relación
fraternal, tan tierna?
R.-Siempre me han gustado las historias de hermanos. Yo tengo un hermano prácticamente de mi edad, crecimos juntos, y ese lazo que se establece entre hermanos, que tú matarías por tu hermano y él, por ti, ese compromiso por encima de la amistad, esa nobleza inquebrantable, me interesa muchísimo.
R.-Siempre me han gustado las historias de hermanos. Yo tengo un hermano prácticamente de mi edad, crecimos juntos, y ese lazo que se establece entre hermanos, que tú matarías por tu hermano y él, por ti, ese compromiso por encima de la amistad, esa nobleza inquebrantable, me interesa muchísimo.
P.-Ray, ¿todavía se siente al margen de las ilusiones
comunes?
R.-Sí, casi más al margen que nunca. Conforme vas pudiendo
acotar tu jardín y te va creciendo, cada vez necesitas menos del jardín de al
lado. La ira puede ser menor, porque cuando empecé a escribir venía de
participar en un mundo que no me gustaba, y en cambio ahora, estoy donde me
gusta.
P.-¿No es más fácil renunciar a las cosas cuando ya se
tuvieron?
R.-A mí no me gusta presumir de marginal, precisamente
por eso: es muy fácil ser marginal cuando es una opción propia, lo difícil es
cuando no tienes más cojones. Tampoco creo que uno deje de ser lo que era
porque su público aumente, uno empieza a la contra y acaba teniendo público. La
razón de la cultura underground es el rechazo, pero también hay mucho cuento:
las obras hay que juzgarlas, los prejuicios son las razones de los estúpidos.
P.-Decía Ray Loriga en una entrevista: No llevo anillos
y tatuajes por esnobismo, significan una postura radical ética.
R.-Son tres palabras que nunca he dicho juntas. Postura
es un horror, ética es peligroso y ¿radical?: yo no soy un radical, soy una
persona abierta a estímulos diferentes y quizá excesivos, sólo soy radical de
la dispersión. Los tatuajes y los anillos no son más que una estética.
P.-¿Le da mucha importancia al aspecto físico?
R.-Para casarme con alguien, sí; para leer un libro, no.
No creo que a Dostoievski le sentaran muy bien unos vaqueros ajustados, pero me
trae al pairo.
P.-¿Y al suyo personal?
R.-Sí, al mío sí, pero no paso mucho tiempo en las
tiendas. Tengo la impresión de llevar toda mi vida de escritor defendiéndome de
mi estética, no le doy más importancia a mi atuendo que otros a su corbata y a
su traje.
P.-En Caídos del cielo, ¿hay un homenaje al punkismo
sentimental que significó la película de Dennis Hopper y antes el tema musical
de Neil Young, cuyo título han ido robando?
R.-La película, claro, es una de mis referencias, me entusiasma. Parece que el cine adolescente lo inventó Tarantino, y no, hay una falta de memoria... Me interesa eso que llamas punk sentimental: me identifico absolutamente con esa especie de violencia sentimental.
R.-La película, claro, es una de mis referencias, me entusiasma. Parece que el cine adolescente lo inventó Tarantino, y no, hay una falta de memoria... Me interesa eso que llamas punk sentimental: me identifico absolutamente con esa especie de violencia sentimental.
P.-Sin hacer sociología, la película de Hopper, ¿puede
resumir el espíritu de una generación fuera de juego?
R.-Nunca me he vinculado con esa tendencia sociológica.
Lo que sí es cierto es que la película puede enganchar con cierta sensibilidad
que no pasa con los años, igual que Rimbaud es el mito de la adolescencia
creadora. Yo no creo que con mis libros se pueda estudiar a una generación, yo
no sé donde va la gente, ni siquiera sé adónde voy yo, no soy ningún flautista
de Hamelin.
P.-Estados Unidos nos contagió el miedo al sida y ahora
exporta la paranoia del asesino circunstancial: te mato porque tengo una
pistola.
R.-La pistola en mi película es un pretexto, de hecho no
me interesa el asunto de las pistolas, me interesa la violencia como punta
armada de una ira adolescente. El chico en realidad mata una cierta maldad que
hay escondida detrás de mucha gente, él mata a quien no quiere ser, al concepto
machista, la falta de respeto que hay en cierta manera de mirar a las mujeres.
Pero es sólo metáfora, si no yo cogería una pistola en vez de hacer películas.
La literatura siempre se ha apoyado en los crímenes, en las traiciones, en los
asesinatos. Todo era por celos, o por tierras y conquistas, lo que fuera, igual
de absurdo. Matar por Francia no es más noble que matar por tu madre o porque
sí. Yo creo que no hay nada más absurdo que tirar una bomba atómica sobre
Hirosima y matar a un millón de personas que ni siquiera sabes quiénes son.
P.-No deja de ser paradójico que mientras usted rodaba
la película, un tipo de Burgos protagonizaba un asesinato triple por azar,
seguido de road movie, que podría parecerse a su argumento.
R.-La relación es mínima, aunque sí, existe. Pero yo soy
muy torpe para las lecturas sociológicas, hay cosas que no sé cómo leer, como
todos estos asesinatos de niños, y la prostitución infantil que se da en la
Europa ultracivilizada: aterrador. No sé cómo relacionarlo con lo real, si son
unos dementes aislados o si es algo que se genera socialmente.
P.-¿Cree que las cosas suceden así, sin explicación, sin
orden, porque sí?
R.-También sucede que nos llenan las cafeterías con unos
tipos con pistola con los que hay que convivir, o que te tratan como un
criminal por el hecho de no tener un aspecto que agrade.
P.-Su público esperará encontrar al Tarantino español,
sin embargo, su película parece más la réplica europea y aséptica al ketchup
americano.
R.-Es radicalmente europea. A mí me entusiasma el cine
americano, y Scorsese, pero se ha copiado tanto. La libertad se ha convertido
en un concepto económico: se permite lo que vende.
P.-Además de evitar mostrar la sangre, tampoco es
explícito con el sexo.
R.-Son opciones de estilo. Está construida a base de
pequeñas elipsis, es muy interesante lo que no se ve. El sexo se convierte en
una tensión alargada y constante que no llega a ser explícita, y tiene mucho
que ver con el sexo adolescente, cuando la idea ocupa mucho más que el sexo en
sí mismo. Me revienta y me revelo contra el sexo de anuncio: suena una música y
dos tíos empiezan a follar, a agarrarse a las lámparas con unas posturas tan
sofisticadas.
P.-Ray, ¿por qué siempre elige mujeres duras pero que
con cierto aspecto débil, como si demandaran protección?
R.-Yo creo que soy yo el que demanda cierta protección
física.
P.-¿Pero usted no era boxeador?
R.-Eso no basta con las mujeres, las mujeres pegan
golpes invisibles que no los ves venir. Tengo un gran respeto por las mujeres,
"los negros del mundo", como dijo Lenon; y encima ahora dicen que el
feminismo está pasado, mientras ellas siguen siendo maltratadas social y
físicamente. En mi obra, la mujer nunca es un componente anecdótico o sexual ni
nada similar. Me gustan las mujeres inteligentes, como me gustan los escritores
inteligentes. Soy un combativo defensor de la igualdad absoluta, y no creo que
las mujeres tengan que convertirse en algo tan bruto como los hombres, unos
tipos con bigote que se sientan a tu lado a comentarte el fútbol. A la igualdad
se llega respetando la diferencia, no imponiendo una clonación.
P.-Debajo de esa apariencia de duro e incluso violento
que muchos le figuran, es usted un tipo muy sensible, bueno.
R.-No soy un tipo duro, no entiendo por qué tengo esa
fama. Sí soy sentimental, aunque la palabra me dé grima. Mi abuela decía una
frase que me encanta: "Se pusieron sentimentales, que es lo que hace la
gente sin sentimientos".
P.-¿Tuvo problemas por ser un adolescente sensible?
R.-Tenía problemas porque no me gustaba lo que tenía
alrededor. Hay una edad en que las cosas son obligatorias, como hacer la
primera comunión o estudiar derecho o correr un maratón, y lo peor es que a
mucha gente esa edad se le prolonga hasta la muerte, y siempre hace lo que se
le supone.
P.-¿Siempre ha hecho lo que ha querido?
R.-He intentado sacudirme los pensamientos que no eran
míos, que es la forma de tratar luego de hacer lo que quieres. Yo creo que la
libertad es algo mental, no tanto de acción.
P.-¿Y en cambio, se siente obligado a mostrarse frío?
R.-Si uno escatima las pasiones se produce una demanda.
Por saturación, se produce el efecto contrario. Pero hay una frialdad, un
cinismo al que ahora la gente se siente obligada, que no me parece positivo: es
muy fácil, te salva de definirte, pero hay que tener cojones y decir: yo
defiendo esto.
P.-¿Será que ya nada emociona?
R.-Será cobardía emocional, y a mí me revienta. La gente
ha de tomar una opción, sobre todo aquéllos que crean. A la guerra hay que ir
con algo, además no es justo que si yo llevo algo tú no lleves nada, porque
entonces nos reímos sólo de mí y eso no tiene gracia.
(La entrevista la firma Elena Pita y la fotografía de Chema Conesa. Se puede encontrar, a día 20 de julio de 2015, en internet: http://www.elmundo.es/larevista/num95/textos/ray1.html)