miércoles, 5 de noviembre de 2014

Non serviam




¿Quién dijo esto por primera vez?
¿Y por qué?
Me gustaría pensar que, quien lo dijo, lo hizo porque quería rebelarse contra el poder impuesto, contra ciertas potestades ganadas no ya por los méritos o capacidades sino por delegación lejana y genealógica. El paraíso, entonces, dejó de ser paraíso. Y los dioses se hicieron necesarios. En realidad, aunque nos cuentan lo contrario, en el paraíso no había dioses porque nadie estaba por encima de nadie, ni tampoco por debajo. Es más, la misma idea de que un regente es algo superior es ridícula, un regente de esta realidad está compuesto por las mismas trazas que su súbdito. Sin embargo, les otorgamos, y se otorgan, poder en forma de títulos (reyes, presidentes, directores, etc.) o en forma material por disponer de dinero, el curioso papel con tinta que estratifica a las personas al detalle. Crear estratos en la base de la sociedad. En cualquier caso, el dinero llega hasta cierto lugar, luego hay cuestiones más sutiles relacionadas con la sangre y con la genealogía que no se pueden comprar. Al menos inmediatamente. En el paraíso todo esto no existía. No existían los clanes ni el dinero. Todo vino después de la expulsión..
El ser humano, al menos desde que nuestra estirpe fue expulsada del paraíso, comparte una similitud muy grande con el ángel caído. Este también fue expulsado, esta vez del cielo. Aunque cielo y paraíso son casi sinónimos en el sentido de lugares perfectos. Es decir, si fue el ángel caído quien dijo primero Non serviam, que está por ver, y esto le acarreó la expulsión, pues vemos claramente que a nosotros nos ocurrió algo parecido aunque de manera más inocente ya que desobedecimos picados por la curiosidad y no como un acto de afirmación. Además en el relato de nuestra expulsión aparece como principal protagonista la serpiente (símbolo, entre otros, del ángel caído) incitando a esa acción en contra de los mandatos de dios. Es obvia y patente la relación del ángel caído con el ser humano y la expulsión de cierto lugar idílico. Colegir que por tanto el ser humano es el ángel caído es quizás dar un paso muy grande, pero al menos podemos asegurar que algo muy parecido nos sucedió a los dos. Como consecuencia de ser expulsados, para nosotros (y para el ángel caído aún más), ya aparece el arriba y el abajo; es como si el paraíso constituyese una dimensión superior, más perfecta, y la tierra, con su realidad en tres dimensiones y sometida al tiempo, fuese algo inferior, con más sufrimiento.
Non serviam, debido a estas historias, es una expresión estigmatizada. Es su pronunciación y su ejecución la que acarrea la expulsión del paraíso. Por supuesto, está asociada a Lucifer, Mefistófeles o Lilith, o sea, asociada al mal, a la tentación, a la querencia de poder, etc., cuando en realidad tan sólo es una declaración de rechazo de la esclavitud. Por eso, en este tiempo de esclavitud encubierta en bellos ropajes de libertad y autoexpresión, me parece fundamental recuperar su significado literal, despojado de todo lo superfluo, esto es, no serviré, esto es, no quiero servir, esto es, no quiero ser esclavo. No ser esclavo no significa no aceptar el lugar que nos corresponde, el lugar que ahora mismo ocupamos. No debemos servir al universo, pero debemos respetarlo como el universo fuera nosotros mismos, como por otra parte en realidad es; no debemos servir a la naturaleza, pero debemos respetarla como si fuese nosotros mismos, como en realidad es; no serviremos al cielo, pero debemos respetarlo como si fuese nosotros mismos, cosa que realmente es. Y así con todo lo existente.
Estamos llegando al umbral en cada uno de los frentes abiertos, en cada una de las formas de búsqueda de respuestas que hemos ideado los humanos. El arte y la ciencia, como avanzadillas que son, lo llevan diciendo tiempo ya. Estamos en las fronteras del mundo. Pudiera ser que lo que nos expulsó del paraíso, sea lo que nos regrese a él.





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