miércoles, 14 de mayo de 2014

Bolaño-Papasquiaro-Borges-Cansinos-Bukowski-Lamantia-Norse-Nin-Burroughs-Dalí-Breton





En julio de 2003, Roberto Bolaño sufre su última crisis hepática y muere; desde hacía tiempo aguardaba un trasplante de hígado que jamás llegó. Qué habría escrito si aquel órgano hubiese llegado. Escribir. Escribir. “Hasta el escritor más falso ha sentido, durante un segundo, la sombra del éxtasis”, decía el escritor chileno, “sin duda el éxtasis no lo han sentido, continuaba, el éxtasis, tal cual, quema… No han entrado en el éxtasis”. La tarea del escritor es continua, cometer todos los errores posibles se antoja, por tanto, necesario. Escoger, por ejemplo, las palabras equivocadas, las palabras difíciles como transcripción de pensamientos simples. No supliques, no exijas tributo, escritor. Se terminó el perder el tiempo, se terminó el huevear, como diría el Bolaño de México D.F. En México D.F. Bolaño puso los cimientos de su escritura mientras buscaba ser poeta. Como Papasquiaro, capaz de escribir en cualquier superficie poesía así de rotunda: “el vientre de mis dientes no deja de masticar su propia pulpa”, “la poesía es psilocibina ardiente”, o “raíz que surge y se evapora en el zaguán de las nubes”. La literatura también está hecha de nombres, innumerables, de fechas, irrecordables. Exceptuemos las excepciones, faltaría más. Este artículo, cómo no, estará lleno de excepciones. Fevor de Buenos Aires, pongamos por caso, se publicó en 1923, y lo traemos como excepción porque contiene a Borges, a todo Borges. Borges se retrata a cada instante. Contemplo la sonrisa de Borges mientras escucha el rumor de la lectura de una bella aliteración de Cansinos. ¿Quién fue Rafael Cansinos Assens, por cierto? Borges lo llamaba maestro. Ahí queda eso. No hay tiempo perdido para un escritor que lea lo que otro escritor dejó escrito.

Hay un libro que con certeza poseyó Papasquiaro, la antología que reunió a Bukowski, Lamantia y Norse, publicada en Penguin, titulada Modern Poets. Para esto, también, sirve escribir poesía en las primeras páginas de un libro de poesía. Solo recordamos lo que nos ponen por delante, así que no seamos timoratos. Bolaño quiso ser poeta, pero no fue suficiente con quererlo y triunfó como narrador. A Bukowski, en cambio, la jugada le salió redonda. ¿Con qué Bukowski quedarse, el de los cuentos o el de los poemas? Por supuesto, es una opción absolutamente plausible no quedarse con ninguno. O con los dos. Henry Charles Bukowski nació en Alemania, ojo. Philip Lamantia nació en San Francisco, California, sus padres eran emigrantes sicilianos. Y Harold Norse, en New York City. Se encuentran con facilidad en internet imágenes de Harold Norse, y hay algunas curiosas. Por ejemplo, conoció a Anaïs Nin, quién lo diría, y tenemos constancia gráfica de ello. En un par de ocasiones se le ve con una media sonrisa al lado de Burroughs. De Philip Lamantia se dice que siendo adolescente quedó fascinado por el surrealismo tras ver los cuadros de Salvador Dalí en el Museo de Arte de San Francisco. A Dalí se le expulsó de este movimiento artístico que lideraba André Breton, como cuenta el propio Dalí en Diario de un genio (publicado en 1983). Lamantia escribió fragmentos como estos: “El tragaluz se anega / cuando tú entras en mi voz / llevando una caja de fuego / completamente silenciosa”. Fue adicto a las drogas.