Dicen en la radio que ya es viernes y lo dicen
con alegría. Esa alegría de quien sabe lo que ha de hacer en cada momento.
Parece sencillo cobijarse bajo ese árbol, pero no lo es. Hay que creer que lo
que a uno le pasa es más real que lo que uno se inventa.
Una tarde un chico se encontró con un amigo y
luego este amigo le presentó a una chica de pelo rizado que se empeñó en
comprarle unos zapatos de gamuza azul. Por supuesto, él se negó en redondo.
Pero nada pudo detenerla. La chica de pelo rizado tenía dinero y precisaba
estrambóticas formas de gastarlo. Quizás parece mentira, pero ocurrió de
verdad. Decía -la pobre debía de ser miope- que aquel chico tenía cierto aire a
Elvis Prestley.
Esto y otro millón de cosas es lo que ocurre en
las calles si te dejas llevar por la corriente. Y después se olvidan; o se
recuerdan cuando menos se espera. Aleatoriamente. Aunque en mi caso puedo estar
contento, la memoria es la parte de mi cerebro que menos me falla. Pero…, ¿y
qué?... Deambulo sobre el teclado del ordenador. El esfuerzo que conlleva escribir
no me ha movido de la silla.
En fin, en esta casa todo lo que hay es necesario.
Afuera, en cambio, casi todo sobra.
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