viernes, 27 de septiembre de 2013

(sin título)





Dicen en la radio que ya es viernes y lo dicen con alegría. Esa alegría de quien sabe lo que ha de hacer en cada momento. Parece sencillo cobijarse bajo ese árbol, pero no lo es. Hay que creer que lo que a uno le pasa es más real que lo que uno se inventa.
Una tarde un chico se encontró con un amigo y luego este amigo le presentó a una chica de pelo rizado que se empeñó en comprarle unos zapatos de gamuza azul. Por supuesto, él se negó en redondo. Pero nada pudo detenerla. La chica de pelo rizado tenía dinero y precisaba estrambóticas formas de gastarlo. Quizás parece mentira, pero ocurrió de verdad. Decía -la pobre debía de ser miope- que aquel chico tenía cierto aire a Elvis Prestley.
Esto y otro millón de cosas es lo que ocurre en las calles si te dejas llevar por la corriente. Y después se olvidan; o se recuerdan cuando menos se espera. Aleatoriamente. Aunque en mi caso puedo estar contento, la memoria es la parte de mi cerebro que menos me falla. Pero…, ¿y qué?... Deambulo sobre el teclado del ordenador. El esfuerzo que conlleva escribir no me ha movido de la silla.
En fin, en esta casa todo lo que hay es necesario. Afuera, en cambio, casi todo sobra.






miércoles, 11 de septiembre de 2013

Les enfants terribles, de Jean Cocteau



“Los seres singulares y sus actos sociales constituyen el encanto de un mundo plural que los expulsa. Se angustia uno de la velocidad adquirida por el ciclón en que respiran estas almas trágicas y ligeras. Esto empieza por unas niñerías; al principio no se ven más que los juegos.”

En este breve fragmento de Les enfants terribles, novela publicada por el escritor francés Jean Cocteau en 1929, podemos atisbar la tensión que se desarrollará en esta obra extraña, fantástica, sutilmente onírica, donde el amor establece contienda con la muerte bajo la piel de dos hermanos, Elisabeth y Paul, seres puros y bestiales y fatalmente atraídos uno sobre otro, que alcanzan el punto de no retorno en una habitación en donde se aíslan, encerrando todo su mundo. Observamos así cómo las mencionadas pulsiones  -Eros y Tánatos- impregnan las páginas del libro, o sea, la vida de los personajes. El encierro es voluntario, las camas son omnipresentes. Subyace la intención de permanecer anclados, sobre todo en Paul. Desean ahogar el porvenir. Detener el crecimiento que conlleva vivir. Se podría analizar como una teoría sobre el rechazo a la madurez. En otras palabras, la renuncia a la vida adulta es el tema fundamental de Les enfants terribles. Como Albert Thibaudet, posiblemente el crítico literario francés que gozó de mayor audiencia en el periodo entre las dos guerras mundiales, sintetizó con maestría:

“Les enfants terribles es el libro de la infancia que sobrevive (…) en seres marcados por un signo extraño, una característica perdurable que la edad no logra borrar y que, por el contrario, exaspera. Así como hay seres que no salen del sueño cuando despiertan, los hay que no salen de la infancia cuando han crecido. Cocteau los ha conocido y ha escrito su dolorosa novela.”

Jean Cocteau escribió este libro mientras superaba uno de sus procesos de desintoxicación al opio. Era una historia que llevaba años queriendo contar, que tenía guardada adentro, por lo que cuando la novela se decidió a salir, lo hizo ininterrumpidamente, sin permitir al propio escritor moldearla a su antojo. Así se deduce al leer lo que confesaba el poeta francés en relación al proceso de escritura:

“Escribía siete páginas al día. Creo haber contado que escribía diecisiete, pero eso es una fanfarronada marsellesa. Escribía siete páginas al día, ni una más. Y en mitad del libro, cuando Elisabeth se casa con el joven americano, quise decir cosas que me interesaban acerca de América. Quise mezclarme en el libro, actuar por mi cuenta, y el mecanismo se rompió. Tuve que esperar quince días para que volviera a ponerse en marcha.”

Les enfants terribles fue llevada a la gran pantalla en 1950 por el director Jean-Pierre Melville. Cocteau colaboró en todo el proceso; de hecho, la voz en off que se escucha en la película es suya. Su interés por el cine venía de lejos y por aquel entonces ya había dirigido varios largometrajes. Entre ellos, destacamos La sangre de un poeta (1930), hoy en día todo un clásico. Cocteau influyó a conocidos realizadores franceses de la siguiente generación, como François Truffaut, quien definía al genial poeta de la siguiente forma:

"Cocteau era de un cinismo muy especial, a base de magnanimidad. Era amable con todos y esperaba que lo fueran con él."

Es decir, Jean Cocteau era amigo de sus amigos. Entre sus amistades más relevantes, hay que señalar a Picasso y Stravinski. También era un entusiasta del jazz, siendo promotor de los primeros conciertos de jazz en Francia.

Por cierto, continuando con la música, pero regresando a Les enfants terribles y a la literatura, el propio Jean Cocteau nos aconsejó la banda sonora para acompañar la lectura de su novela:

“Escribí Les enfants terribles obsesionado por Make believe (Show Boat); quienes gustan de este libro deben comprar el disco y releerlo mientras lo escuchan.”

Make believe es una conocida canción que forma parte del musical Show Boat (compuesto en 1927 por Jerome Kern y Robert Russell). En principio, conociendo ambas piezas artísticas, el resultado de la mezcla pudiera parecer condenado al fracaso, no obstante, háganle caso a Cocteau, el autor no lo afirmaba sin motivo: combinan sorprendentemente bien.



Para leerlo bien editado y más cómodamente, clicad el siguiente enlace:
http://revistarocinante.com/contenidos/edicion_anterior/rocinante_59/index.html#/28/






viernes, 6 de septiembre de 2013

Las criaturas mamíferas de Marina Perezagua



Los dos primeros libros de Marina Perezagua (Sevilla, 1978), publicados por la editorial Los Libros del Lince, se titulan Criaturas abisales (2011) y Leche (2013) y son dos colecciones de cuentos primorosamente escritos, desasosegantes en cuanto a temática y sensaciones plasmadas y que, en buena parte, encajan con la palabra Τερατεια, tal y como se define en el Poetical Lexicon of the Greek Lenguage (1830) de Edward Maltby  y que podemos sintetizar, como hace José Ángel Valente en su diario, el 4 de abril de 1976, con la expresión “la narración de lo extraordinario”. En efecto, los personajes de Marina se sitúan fuera de la regla común, desplazándose con soltura y determinación por el inmenso campo existente entre lo fantástico y lo alegórico.
Criaturas.abisalesJorge Luis Borges, en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, afirma que “un libro que no encierra su contralibro es considerado incompleto”, frase de calado que nos hace considerar aCriaturas abisales y Leche como si conformasen las dos caras de una misma moneda, caras opuestas, por tanto. Cada uno de los libros, en determinada manera, se opone al otro. En Leche se vislumbra un mayor dominio de la escritura, una mayor presencia de la autora, así como tramas más elaboradas. EnCriaturas abisales asistimos a la originalidad y a la fuerza mostrada por quien lucha para subir a la superficie desde el abismo. Pero, sobre todo, ambos volúmenes se complementan, se retroalimentan, aunque, cómo no, se puedan leer con goce independientemente uno de otro.
Continuando con la anterior idea borgiana, y siempre tras la atenta lectura de las dos obras, si analizamos los títulos, por ejemplo, en el primer conjunto de cuentos, Criaturas abisales, Marina trae hasta los ojos de los lectores a personajes fascinantes de las profundidades más remotas de su propio universo, en cambio en la segunda entrega, Leche, con esa simple palabra, nos devuelve a lo sencillo, a lo básico, a lo primordial, no en vano la leche es el alimento inicial que reciben las crías, las criaturas, y constituye el primer fluido vital para los mamíferos. Vemos sin dificultad la oposición que se genera, un título como reverso del otro. Pero también salta a la vista las características que comparten ambos libros en su encabezado y que luego se plasma dentro, en las páginas, en los cuentos, porque la leche, a pesar de estar tan presente en nuestras vidas, a pesar de enviar nuestro pensamiento a las antípodas de adonde lo envía lo abisal, al mismo tiempo, no deja de ser algo misterioso y atrayente, e igualmente viene de dentro, de lo profundo de una hembra.
Tampoco hay que obviar que la palabra leche, como vulgarismo, es utilizada como sinónimo de semen, fluido seminal masculino. Decían los estoicos que el Logos spermatikós, una de las manifestaciones más propias del Pneuma, contiene las semilas –spérmata– del mundo. Este hecho permite la comunicación entre todas las cosas del mundo y la existencia de armonía en el universo.
En consecuencia, lo femenino y lo masculino se encuentran interconectados por medio de una palabra dadora de vida, y así acontece con todo el arco que hay entre estos dos referentes, idea que subyace en los cuentos de Marina Perezagua, y no sólo en Leche, sino en ambos libros.
LecheLa prosa de la que hace gala la escritora en sus cuentos es cautivadora y certera, dos adjetivos que podrían colisionar si no estuviesen administrados por unas manos habituadas al trabajo de la palabra. La prosa de Marina Perezagua salió a la luz pública en mayo de 2011, cuando Enrique Murillo, director de Los Libros del Lince, con atinada visión, decidió apostar porCriaturas abisales, pero es obvio que la prosa de esta sevillana afincada en New York viene desde mucho más lejos en el tiempo, casi desde siempre.
Además de todo lo dicho, los cuentos de Marina Perezagua hacen pensar en ella como si fuese una zahorí, esto es, una persona con la facultad de descubrir lo que está oculto, especialmente manantiales subterráneos. Del primer manantial extrae criaturas y del segundo, leche. En ambos libros sale a la luz lo que estaba oculto en el interior, sacando a la vida –palabra fulgurante– nuevas vidas. Preferimos dejar con la intriga sobre esas creaciones, no desvelar el contenido de los cuentos de los dos libros de Marina para que los lectores puedan disfrutar del impacto sin protecciones. Nos quedamos con las ganas de apuntar los curiosos nombres o las extraordinarias características de sus criaturas, de señalar los sorprendentes, extraños y, a veces, aberrantes hechos narrados, de ahondar en alguno de los pasajes históricos escogidos del pasado para emplazar una determinada historia, un pasado que nos nutre, o nos envenena, un pasado imborrable en cualquier caso. La temática es rica, variada, y se tratan de manera original cuestiones fundamentales. Estamos ante una escritora que no podía quedar en silencio. Su voz literaria sustenta todas sus páginas. Una voz de la que Ray Loriga, en el prólogo a Leche, habla así: “Hay en la voz de esta autora, en su fraseo puño por puño, una sorprendente calma, una certeza, una bellísima esperanza. Algo late, algo vive, algo es, entre los escombros de nosotros mismos. Frente a la dureza de sus arrugadas texturas, la escritura de estas tenebrosas narraciones ofrece la firmeza de una voz inquebrantable, el ritmo austero y preciso de quien sabe por dónde anda, aunque camine por la oscuridad”.
Bienvenida a nuestras vidas, Marina, tu literatura está viva, lo conseguiste; tus criaturas abisales se gestaron y nacieron y tu leche, después, las ha nutrido. Como sabes, ahora hay infinidad de direcciones. La libertad está determinada por la elección. Escribir es elegir cómo afrontar la vida. “Se puso a llorar y después sonrió a través de sus lágrimas”, son palabras de Gérard de Nerval. Tus cuentos, como el llanto, como la risa, poseen ese doble cariz; no se puede crear algo terapéutico sin antes haber conocido lo dañino. El fuego es imposible sin el aire. El agua acaba en la tierra.