sábado, 27 de julio de 2013

Diálogo uno



Hace ya varios años, creo que fue en 2002 (o antes), me propuse escribir una serie de diálogos, pues me daba cuenta de que en mis relatos las partes en las que los personajes hablaban entre ello no estaban muy logradas. En otras palabras, comencé a ejercitar mi habilidad para crear conversaciones con palabras, por el simple afán de mejorar mi escritura. En fin que hace ya más de diez años me puse a ello con total libertad, escribiendo lo que se me ocurría, tratando de captar el ritmo, los trucos que usamos al hablar y que, a veces, son difíciles de reproducir en los libros. De esta manera, surgieron muchos diálogos, algunos bien estúpidos, otros mal escritos, otros inacabados..., pero también surgieron unos pocos donde había mucho de mí mismo, donde explicaba cierta visión del mundo, que contenían una particular filosofía, que, además, quedaba mucho mejor explicada por medio de los diálogos, pues se presentaban las ideas mediante ejemplos prácticos.
En pocos meses, conseguí unas cuantas docenas de este último tipo de diálogos y enseguida apareció un tomo que titulé "Diálogo Ciento Once" en el que se proponía un juego entre el lector y los diálogos, pues cada diálogo propiciaba un nuevo diálogo entre el libro y el lector.
En cualquier caso, no es algo que tenga grandes pretensiones, al contrario, los diálogos (y lo que provocan en quienes los escuchamos o los creamos) existen en cada esquina, se escriban o no. 
He aquí el primero de ellos:




DIÁLOGO UNO


—Hay días que no merecen ser vividos.
—No sé qué decirte... Es un tema complicado, Manu.
—De complicado nada; mira, un ejemplo: se muere tu madre...
—Joder, Manu, que la operan mañana de la vesícula.
—Es verdad, Rosa, perdona, lo olvidé por completo...
—Vale, venga, sigue... Prueba otra vez.
—Allá voy... Imagina que por un estúpido accidente doméstico, tu hijo, bebé aún, muere..., muere electrocutado, eso, electrocutado...
—¡Qué bestia eres! ¡Menos mal que no tengo hijos que si no…!
—No cambies de tema, listilla, y responde: ¿No sería mejor pasar ese día por alto?
—¿Y despertarme al sol siguiente sin hijo y sin saber por qué ya no existe?
—...





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