martes, 20 de marzo de 2012

"Mi último suspiro": La memoria de Buñuel




       Este último aliento vital que, en forma de libro, nos regaló Luis Buñuel en 1982 (un año antes de su muerte) tiene en determinados momentos la fuerza de un huracán. Y sin embargo durante su lectura no aparece, ni por asomo, el temor a que esa tremenda energía cause fatales estragos a su paso. Más bien al contrario, pues sentimos que, de alguna manera, nos librará de lo viejo, lo no maleable, lo demasiado rígido.

     Esta autobiografía de Luis Buñuel, escrita con la ayuda de Jean-Claude Carrière, es una demostración, es una respuesta a la sempiterna pregunta sobre qué significa estar vivo. Sus páginas nos conectan con nosotros mismos, hay una urdimbre inexplicable que nos retrotrae a reflexionar sobre qué estamos haciendo con el tiempo que se nos ha otorgado en este mundo tan extraño. Se produce una conexión misteriosa e irresistible entre libro y lector, y Buñuel, una vez más, como maestro en el arte de contar historias, sabe cuál es el tono más adecuado y qué ritmo seguir para ir llevándonos de la mano en su recorrido vital.


     Comienza su memoria evocando el pueblo aragonés donde nació un 22 de febrero de 1900: Calanda. Nos describe con emoción revivida la impresionante ceremonia que se desarrolla desde el mediodía del Viernes Santo hasta la misma hora del Sábado Santo, 24 horas en que todo el pueblo vibra por mor de los tambores que redoblan, todos a la vez, creando un fenómeno extraordinario que apunta al inconsciente colectivo y que Buñuel llama “Los tambores de Calanda” (ese redoble arrollador y profundo es usado al final de Nazarín, mientras Paco Rabal camina sollozando por un camino polvoriento). Luego recuerda Zaragoza, a su padre, su madre, sus hermanos, su infancia.

    Su juventud en Madrid, en Residencia de Estudiantes donde conoció e hizo amistad con Dalí, Lorca y Alberti. Se marchó a París y entró en el grupo surrealista junto a Breton, Ernst y Éluard; en esa etapa terminó Un perro andaluz (su 1ª película, realizada en colaboración con Dalí) y La edad de oro (que fue prohibida). En España, durante la II República, Buñuel rodó Las Hurdes. Cuando en 1936 estalló la Guerra Civil, Buñuel estaba en Madrid pero a los pocos meses fue enviado a París donde continuó colaborando activamente con la causa republicana a cargo de misiones logísticas. Su memoria se torna especialmente sarcástica, con ribetes de novela picaresca, al evocar estos años de conflicto.

          Tras la guerra, vivió y trabajó en EE. UU. Y finalmente llegó a México. El cine se convierte en el eje y pilar central de su vida. En México filmó, entre otras, las películas Los olvidados (1950), Él (1952) y Nazarín (1959; una adaptación de la novela homónima de Galdós).
                            
         Una característica de Buñuel que nos sorprende en Mi último suspiro (título original: Mon dernier soupir) es su capacidad de describir la idiosincrasia de las ciudades y de los países mientras nos relata qué hizo en tal o cual café, a quién vio, con quién trabajó o nos narra una noche de parranda con un amigo. Buñuel nos regala en este libro su capacidad de síntesis, quizá innata, quizá construida con los años, y nos otorga esa virtud de posar su mirada sobre lo esencial. Esta autobiografía nos ofrece, por tanto, una visión sumamente enriquecedora del apabullante siglo XX.

         En la etapa comprendida entre 1960 (año en que, naturalizado mexicano, regresó a España) y 1977, Buñuel hace especial énfasis en su filmografía. Este extenso periodo, 17 años, está dedicado íntegramente a comentar con espíritu crítico las películas que rodó en ese triángulo escaleno formado por el director aragonés entre España, México y Francia, los tres países que mejor conocía; destacamos entre ellas: Viridiana, El ángel exterminador, Belle de jour, Tristana y Ese oscuro objeto del deseo.

      

      Finaliza su memoria con “El canto del cisne”, unas páginas de gran expresividad poética sin que posean un solo gramo de lírica. Luis Buñuel nos confiesa qué siente en ese trance que es la vejez y qué hace, cómo pasa sus días mientras se prepara para morir puesto que este “ateo gracias a Dios” desea que la muerte le sobrevenga mientras la mira de frente.









 
Este artículo se encuentra publicado en la la revista "Manual de Uso Cultural" que edita la Asociación Think Again, concretamente en el número 14, correspondiente al mes de marzo de 2012. Los ejemplares se pueden conseguir en librerías, cafés y centros culturales de Málaga de manera gratuita. También se puede leer la versión digital de la revista en: http://issuu.com/manualdeusocultural/docs/muc14 
Más información: https://www.facebook.com/ManualdeUsoCultural


martes, 13 de marzo de 2012

El estudio de Francis Bacon (Londres, 1978)



Se cuenta que, en una ocasión, su amigo Lucian Freud llevó una chica al estudio para que limpiase y ordenase aquel caos. La chica (habría que hacerle un monumento) consiguió lustrar aquella pocilga, dejando todo bien organizado. Se cuenta que, en consecuencia, Francis Bacon estuvo bloqueado durante días. Fue incapaz de pintar hasta que, poco a poco, el desorden de nuevo tomó el control.




sábado, 10 de marzo de 2012

El papel lo aguanta todo




En la radio, en el programa "En días como hoy", escuchó E. (hace tiempo) que unos expertos (Ingenieros de Caminos, como E., por cierto), en respuesta a la pregunta de J. R. Lucas sobre si el agua es un derecho o una mercancía, dijeron (ambos dos) que es un derecho y se quedaron tan panchos.

Venga, sí, sigamos creyéndonos las mentiras. A ver, ¿qué pasaría si dejas de pagar por el agua que consumes? Pues que te cierran el grifo, y búscate la vida. ¿Pero no era un derecho? Claro, como la vivienda o el trabajo. El papel (o las ondas en frecuencia modulada) lo aguanta todo. Porque sobre el papel este es un mundo, prácticamente, perfecto, con sus flamantes derechos humanos, con tan pocos deberes.

En nuestro país, por ejemplo, sobre el papel, hablo de la "Constitución Española", todos somos iguales ante al Ley; no hay racismo, ni abusos de poder, y en el hipotético caso de que existiesen, se castigarían con rigor; todos tenemos casa, trabajo, agua y médicos; las mujeres y los hombres no profesamos religiones ni, en consecuencia, nos peleamos con otros hombres y mujeres por defender nuestras creencias; también se respeta a la tercera edad, a los niños, a los demás, en definitiva. Sobre el papel solo hay guerras justas, muertos que se lo merecían bajo cualquier prisma posible, en las cárceles solo hay culpables y tras estar ahí salen reformados y con unas ganas locas de integrarse en una sociedad que demuestra poseer la (extraterrestre) capacidad de perdonar.



martes, 6 de marzo de 2012

Iris Murdoch said:



"En la creación hay implícito una suerte de desespero
que estoy segura que conoce todo artista. En el arte,
como en la moralidad, grandes cosas se malogran
porque pestañeamos en el momento crítico.
¿Cuándo se produce el momento crítico?
La grandeza está en reconocerlo y extenderlo."


viernes, 2 de marzo de 2012

"Larra nuestro"

A los periodistas:

No os olvidéis del "Larra nuestro", escrito hace décadas por Alfredo Amestoy.
Lo transcribo aquí para que podáis consultarlo en cualquier momento y, sobre todo, os ayude a esquivar los tentáculos sojuzgadores del poder.

“Larra nuestro que estás en los cielos, glorificado sea tu nombre, venga a nosotros tu ejemplo y hágase realidad tu sueño de España, tanto en la tierra como en el cielo. El artículo nuestro de cada día inspíranoslo hoy y perdona nuestros plagios así como nosotros perdonamos a quienes nos plagian. No nos dejes caer en la corrupción y líbranos de la sumisión al poder. Amén.”