Stefan Zweig (Austria, 1881-Brasil, 1942) no consiguió
cambiar el mundo escribiendo. Quizás lo pretendiese durante cierto
tiempo, pero más tarde debió claudicar ante la imposibilidad de aquella
tarea. En realidad, el escritor austriaco se veía a sí mismo como un
intermediario entre las distintas corrientes culturales existentes en
Europa y no cesó de explorar el panorama artístico europeo. Su asombroso
intercambio epistolar con los intelectuales más influyentes de su época
–más de 20.000 cartas privadas– no deja lugar a las dudas. En otras
palabras, Stefan Zweig fue un gran europeísta, viajero entusiasta,
acérrimo defensor de la comunidad cultural europea y enemigo de las
doctrinas nacionalistas.
De esta manera, como hombre de letras comprometido, tradujo por primera
vez al alemán obras de escritores totalmente desconocidos en Austria
como Émile Verhaeren o Romain Rolland,
con quienes mantuvo una estrecha amistad. También escribió biografías y
ensayos sobre autores que, como él, transmitían un “pensamiento
europeo”.