sábado, 22 de octubre de 2011

La mirada de Casagemas


En 1901, profundamente afectado por el suicidio de su amigo Carlos Casagemas, Pablo Picasso (que cuenta por aquel entonces con 19 años) cae en un estado de honda tristeza. De manera inevitable, este trágico suceso le lleva a reflexionar sobre el sentido de la vida y a enfrentarse a la muerte, viéndola quizás como un todo devorador, es decir, la nada.

En sus pinturas, este desasosiego en su ánimo, se filtra, y desde 1901 a 1904 asistimos a una etapa llena de introspección y melancolía. Es el llamado “Periodo Azul”.

Hay un cuadro de Picasso que refleja sin lugar a dudas esta inquietud existencial. Se trata de La Vida (Barcelona, 1903), una de las obras más meditadas de su juventud. Picasso realizó numerosos bocetos preparatorios, en ellos se pueden observar variaciones en la composición de los personajes y que la figura masculina empezó siendo un autorretrato para acabar representando a Casagemas. En La Vida, de esta manera, Picasso permite salir definitivamente sus angustias referidas a su amigo muerto. Se podría decir que esta pintura proviene de sus subsuelos psíquicos por lo que el simbolismo (no deliberado) adquiere gran importancia. Y por ello el cuadro se presta a múltiples interpretaciones. Punto crucial en este hecho es, a mi entender, la mirada del propio Casagemas. Es una mirada penetrante y aún así no deja de mostrar desamparo, incluso fragilidad. Además hay algo en sus ojos, ¿qué ven? Ya pueden quebrarse la cabeza los exégetas: en su incapacidad para lograr fijar con claridad, exactitud y precisión ese algo está la genialidad de Picasso.

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