viernes, 21 de octubre de 2011

PIONERA


Amelia Earhart, en 1932, se convirtió en la primera mujer que atravesó el Atlántico volando en solitario. Durante quince horas surcó el cielo para llegar desde Terranova hasta Gran Bretaña.

            Cuatro años antes, Amelia Earhart ya había cruzado el Atlántico en un avión y también había sido en esa ocasión la primera mujer en hacerlo, pero como pasajera. Es de suponer que al aceptar ir como compañera del piloto Wilmer Stulz y del mecánico Louis Gordon en aquel vuelo (organizado en 1928 por el Cuerpo Aéreo del Ejército de los Estados Unidos) quisiese ver desde una posición privilegiada cómo afrontar y superar una travesía de tal magnitud. Es decir, no es descabellado pensar que a esta mujer intrépida, mientras iba de paquete sobre el océano (o aun antes), se le metiese entre ceja y ceja la idea de volver a surcar ese mismo cielo pero siendo ella la que estuviese a los mandos del avión. Lo consiguió el 20 de mayo de 1932, pilotando un Lockheed Vega 5b.

            El siguiente desafío fue atravesar Estados Unidos de punta a punta. Primero a través del Pacífico, desde Hawai hasta California y después hasta Washington. Incluso el presidente Franklin D. Roosevelt le envió felicitaciones cuando Amelia cumplió con éxito la aventura.


            Sin embargo, Amelia Earhart quería más y en 1935 comenzó a preparar un viaje alrededor del mundo sobrevolando la línea del Ecuador, un recorrido de unos 46000 kilómetros en total, la mayor distancia posible. Escogió un Lockheed L-10 Electra, avión bimotor con autonomía de 7000 kilómetros. Y a Frederick Noonan como acompañante.

            El 1 de junio de 1937 despegó desde Miami hasta San Juan, Puerto Rico. De ahí,  a Natal. Desde Natal cruzó el océano Atlántico hasta Dakar. Voló sobre África, Oriente Medio e India. Sus destinos posteriores fueron Bangkok, Bandoeng (en Singapur), Darwin y Lae (en Nueva Guinea). Por aquel entonces llevaba unos 36000 kilómetros recorridos. Su periplo comenzaba a ser un gran acontecimiento en Estados Unidos. Sus compatriotas podían seguir las crónicas de sus etapas enviadas por los corresponsales de los periódicos.

            A las 00:00 GMT del 2 de julio de 1937 partió desde Nueva Guinea. En determinado momento, se interrumpieron las comunicaciones con los buques del ejército estadounidense que últimamente la apoyaban logísticamente y se perdió su rastro.

           El presidente Roosevelt autorizó la búsqueda con nueve barcos y sesenta y seis aviones pero el esfuerzo resultó infructuoso pues no se encontraron ni su cadáver ni los restos del avión.

              En 1938 se erigió un faro en la isla de Howard en su honor.

         Se han escrito multitud de teorías para explicar su desaparición y la de su acompañante, quedaron (y siguen quedando) abiertos muchos interrogantes sobre qué pudo suceder.

          En la actualidad, todavía los exploradores marinos intentan descubrir en las profundidades del Pacífico los restos del bimotor Lockheed L-10 Electra.

              A los escritores nos basta con su leyenda.



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